La niƱa que duerme entre fronteras
- Grisel Bethancourt
- 30 sept
- 13 Min. de lectura

ĀæDónde duerme la niƱez migrante? FrĆo, calor, peligros, hambre y miedo acompaƱan la ruta de la migración inversa. Solo el abrazo de madre se convierte en refugio ante la adversidad cuando la inocencia infantil soporta el peso de la migración.
Por Grisel Bethncourt y Sharon Pringle FƩlix
El sueño de Camila (*nombre figurado) no es ficción, es un hecho real: las aves, cual depredadores, se asientan cerca del lugar donde pernoctan; una bebé descansa en los brazos de su madre venezolana, en el corazón de un refugio para migrantes en PanamÔ.
QuizĆ” no muchos se han puesto a pensar: Āæen quĆ© lugar duerme la niƱez migrante? Para Camila, el contraste entre la inocencia del sueƱo y la crudeza del entorno, convocan a unaĀ pesadilla.Ā
El 20 de enero de 2025, madre e hija quedaron atrapadas en la encrucijada de un bloqueo que les impedĆa avanzar. La migración inversa, como fenómeno inesperado, supuso un desafĆo no solo para las autoridades, organismos, y organizaciones no gubernamentales, por tanto, la desprotección a las personas en retorno conlleva la vulneración de su bienestar.
El refugio en Las Blancas, DariĆ©n, parecĆa un mal sueƱo: olores fuertes, ruidos, rostros agotados. Adrianyela, la madre de Camila, rememora las precarias condiciones: āDormĆamos en casitas de madera; pusimos cartón y las cobijas que nos daban. El calor era insoportable. Mi hija desarrolló una paƱalitis muy fuerte, parecĆa una quemadura. HabĆa muchos zancudos, basura acumulada, malos olores y hasta culebras alrededor. Estuve 22 dĆas allĆ. En general la condición era deplorableā.
El regreso a la selva del DariĆ©n era un golpe inesperado. Madre e hija en un albergue temporal, sin poder salir, mientras esperaban decisiones del gobierno panameƱo para ajustarse a las medidas anti-migratorias impuestas por Estados Unidos. El miedo se mezclaba con la incertidumbre, y cada dĆa se sentĆa como un kilómetro, mĆ”s en un camino que parecĆa interminable.Ā
Cuenta la madre, que para el desayuno servĆan arepas duras con huevo frĆo, jamón y queso; muchas veces esa comida le caĆa mal a su hija y la vomitaba. āEsto fue difĆcil porque detalló que ādurante los dĆas de semana hubo atención mĆ©dica, pero los fines de semana no habĆa personal mĆ©dico; las personas migrantes quedaban con la compaƱĆa de guardiasā.
La niƱa enfermó varias veces en ese tiempo. Tuvo fiebre, resfriado, mucha tos y aquella paƱalitis donde la piel se le infectó, botaba sangre y pus. Adrianyela seƱaló este episodio como bastante angustiante. āYo intentaba cuidarla: la baƱaba, le quitaba el paƱal para que no se rascara, le daba suĀ lecheĀ y la entretenĆa con el telĆ©fonoā. Recuerda a lo lejos ver a niƱos y niƱas en los juegos con el personal de UNICEF.
Y asĆ, entre el zumbido de los mosquitos, la repetición de los platos y las miradas perdidas de los adultos, Camila seguĆa durmiendo. SoƱaba, aunque su entorno fuera mĆ”s pesadilla que descanso.
Otro sueƱo americano fallido que golpeó la vida de una niƱa de dos aƱos en su inocencia, como aturde la vida de 3 mil 717 menores de edad que han cruzadoĀ en retorno el territorio panameƱo hasta septiembre de 2025, āsegĆŗn cifras oficiales del Ministerio de Seguridadā, sin comprender el miedo ni el agotamiento que arrastran sus padres. Ā Ā Ā Ā Ā
Todo comenzó en Lajas Blancas, donde logramos establecer contacto telefónico con quienes vivĆan el cansancio del viaje y la incertidumbre del destino. Calles polvorientas, albergues improvisados, noches sin dormir: cada instante estaba marcado por la angustia y la espera. Cruzando MĆ©xico, Centro y SuramĆ©rica, el periplo exigĆa resiliencia y coraje, pero tambiĆ©n dejaba ver la fragilidad de la infancia frente a un mundo que no da tregua.Ā
Es una historia de coraje, supervivencia y esperanza en cada kilómetro recorrido: desde México hasta Lajas Blancas, en la selva del Darién, y mÔs allÔ, atravesando otra ruta hacia Venezuela. Cada paso, revela la fuerza de quienes no se rinden, la fragilidad de la infancia y la lucha de la humanidad frente a la adversidad, dejando una huella imborrable en quienes viven el sueño que tantas veces parece inalcanzable.

Migrar no es un delito
Adrianyela explicó que la idea de dejar Venezuela e irse a Estados Unidos surgió, sobre todo, por cómo estaba el paĆs. Tomó la decisión de buscar una mejor calidad de vida debido a la difĆcil situación económica. Trabajaba limpiando casas y asĆĀ buscaba el pan de cada dĆa para darle de comer a sus hijos menores de edad, pero casi nunca alcanzaba. Nunca pasaronĀ hambre, pero la comida era poca. Entonces decidió llevarse solo a la hija mĆ”s pequeƱa; los otros estaban grandes y, como ella recalcó āgracias a Dios, contaba con el apoyo de mi mamĆ”".
DetrĆ”s de cada migrante existe un porquĆ©. El segundo motivo para irse, mĆ”s allĆ” de lo económico, fue reencontrarse con su pareja, quien le animó hasta que finalmente tomó la decisión. Sin embargo, solo llegó hasta MĆ©xico, Ć©l le habĆa prometido reencontrarse en Estados Unidos. El cruce por el DariĆ©n con su hija en brazos, fue duro: lluvias, barro, personas muertas arrastradas por los rĆos, accidentes. Ella solo le pedĆa a Dios fuerzas para salir de allĆ con su hija. Salió hacia Colombia por San Antonio, luego llegó a NecoclĆ. Era de noche; al dĆa siguiente se compraban las cosas y salĆan.Ā
En la selva habĆa varios campamentos; ellas durmieron en dos de ellos. AllĆ los recibió un guĆa y comenzaron el trayecto para entrar a la selva. Al principio, viajaba solo con su hija, pero en el camino se organizaron en un grupo: seis mujeres y tres menores de edad. Económicamente era costoso. Solo el paquete de viaje desde NecoclĆ hasta AcandĆ costó 350 dólares. En la selva estuvo dos dĆas y medio. HabĆa lluvia, barro, mosquitos, malos olores, basura, ropa botada y, tristemente, cuerpos en descomposición. Incluso llegó a pisar a un niƱo fallecido. āFue muy impactanteā. Este episodio le afectó bastante, pero siguió adelante. El viaje entre Colombia y PanamĆ” fue entre el 26 y el 27 de octubre de 2024, por la selva del DariĆ©n por donde caminaron 267,929 personas segĆŗn estadĆsticas migratorias de nuestro paĆs. Luego de transitar las fronteras centroamericanas, llegó a Tapachula, MĆ©xico en 15 dĆas. En suma, estuvo en MĆ©xico unos cuatro meses.Ā

El juego por la supervivencia
La supervivencia de una mujer migrante junto a su hija, es comoĀ un videojuego, cargado de sorpresas y tensiones. Al llegar a MĆ©xico, la recibió una compaƱera que ya estaba allĆ”. Al dĆa siguiente buscó un apartamento y dio, gracias a Dios. Todo ese tiempo su pareja le enviaba dinero para cubrir los gastos.
Un buen dĆa el dinero dejó de llegar, otra prueba. La madre de Camila lloraba pensando quĆ© iba a hacer, cómo alimentarĆa a su hija o cómo pagarĆa el alquiler. AdemĆ”s, para el 20 de enero de 2025, ya habĆan cerrado la frontera estadounidense y muchos venezolanos perdieron la esperanza de entrar a dicho paĆs. En medio de esa zozobra, y como ella repite āGracias a Diosā, un mexicano y su pareja le ayudaron. Fue asĆ que vivió un tiempo con ellos y "luego pude avanzar un poco mĆ”s".Ā
La creatividad de salir adelante la hizo vender dulces y otras cosas en algunos lugares para sobrevivir. Recuerda que lograba ganarse 300 o 400 pesos, que apenas alcanzaban para comida y paƱales. AĆŗn asĆ, nunca les faltó comida en dicho paĆs. āElla era tan pequeƱa que no entendĆa lo que pasaba, y eso me dio fuerzas para seguir adelanteā, aseguró Adrianyela.Ā
El amor prometido del hombre se extinguió en una comunicación telefónica, quedando todo a la suerte y el amparo de Dios.
Despertar de un sueƱo
El regreso fue como despertar de un sueƱo insólito. DespuĆ©s del veinte de enero, inició un proceso muy largo: pasó en inmigración desde antes del amanecer hasta bien entrada la noche, esperando que me dijeran algo de un avión que les llevarĆa de MĆ©xico a Caracas.
Les hacĆan mostrar papeles y pasaportes una y otra vez, les mentĆan diciendo que si los tenĆas, algo bueno pasarĆa. La espera para la madre fue como una pelĆcula de terror, y de repente, comenzó a sentirse fatal, buscó ayuda y poco a poco, pudo llegar a Costa Rica. No iba sola en esta aventura, le acompaƱaba una madre venezolana que llevaba a sus tres hijos menores de edad, y en el camino se hicieron amigas de otras migrantes, y asĆ se juntaron en grupitos para no sentirse tan solas.
En Paso Canoas,Ā Costa Rica les recibieron en el albergue del CATEM -Centro de Atención para Migrantes-, donde les dijeron que PanamĆ” tenĆa un convenio para enviar migrantes, mediante un vuelo humanitario a Caracas. AllĆ permanecimos unos 15 o 20 dĆas; recibimos alimentación, ropa, cobijas y atención mĆ©dica. Todo parecĆa organizado, pero despuĆ©s informaron que debĆan salir hacia el aeropuerto de PanamĆ” para esperar ese vuelo. Al final fue una forma de desalojar el albergue tico en Paso Canoas. AsĆ fue que abordaron autobuses que les devolvĆa al refugio de Lajas Blancas.Ā Ā
āĆramos solo mujeres con nuestros hijos, todas buscando cómo protegernos mutuamente", recuerda la madre migrante.
AsĆ, con mi compaƱera de viaje compartimos lo poquito que tenĆamos: un bocado de comida, un sorbo de agua, un poco de Ć”nimo. El camino era difĆcil, una y otra vez, hasta que retornaron al DariĆ©n, noches enteras sin probar bocado, la niƱa con fiebre, el hambre que calaba hasta los huesos, dijo conmovida la madre de Camila.
Aunque tenĆa la certeza de que experimentaba momentos difĆciles, cada paso de este viaje de regreso, fue tan duro como cuando empezó la travesĆa, lo diferente esta vez, es saber que estaba caminando hacia su hogar, como si una fuerza invisible le guiara.
Un primer informe de Fe y AlegrĆa PanamĆ”, que data entre enero y marzo de 2025, reflejó que llegaron migrantes āen goteoā, un aumento del llamado flujo inverso (norte-sur) de los que quedaron atrapados (entre PanamĆ” y MĆ©xico). Especificaron que se estableció āuna zona de retenciónā desde DariĆ©n. Es una zona donde se vivió un āestado de excepciónā no declarado, donde los derechos de los migrantes y nacionales estuvieron en riesgo.
La nueva polĆtica anti migratoria cerró la vĆ”lvula para miles de personas que nunca pudieron llegar a Estados Unidos. Lo que ha producido hasta la fecha el paso por PanamĆ” de 18 mil 275 personas este aƱo, de ellas 17 mil 132 de Venezuela, un 20 por ciento se trata de niƱos, niƱas y adolescentes.

La humanización de la infancia migrante
Las vivencias de Adrianyela en la ruta quedaron plasmadas en la mirada de su hija, como si fueran un eco distante.
āMuy durosā, comenta, evocando los instantes de travesĆa. En una ocasión, por ejemplo, carecĆan de fondos para continuar o alimentarse. Les tocó pernoctar en las afueras de una estación de buses, a la intemperie, con los pequeƱos cerca. AllĆ, un joven hondureƱo les obsequió una pizza, y al dĆa siguiente, algo de dinero para seguir adelante.
Fueron noches en la calle, sin asearse, desplazÔndose con suciedad. "Era muy intenso", reiteró.
Ā La gente siente compasión al ver a un niƱo con hambre o sucio. En diversos lugares, cuenta la madre de Camila, obtuvieron asistencia humanitaria de individuos: les ofrecieron comida, les llevaron a un hotel para asearse y proseguir. āNo fue obra de organizaciones sino de ciudadanos solidariosā, aclaró.
En tanto, Camila, ante estos eventos reaccionaba con melancolĆa. Lloraba con frecuencia, indagaba: "ĀæDónde estĆ” mamĆ”?" Manifestaba que ese sitio no era su hogar, y asĆ preguntaba por su abuela-mamĆ” y sus dos hermanos, con el Ć”nimo desplomado. Adrianyela no siempre sabĆa quĆ© contestarle, y para serenarla, la estrechaba, la mimaba, le proporcionaba su leche, la aseaba cuando podĆa. TambiĆ©n le reproducĆa caricaturas en el móvil. La niƱa permanecĆa aferrada a ella, mientras la madre le aseguraba que pronto se reencontrarĆan.
La psicóloga clĆnica Edith Shiro, especialista en crecimiento postraumĆ”tico y resiliencia, explica que las experiencias traumĆ”ticas en la niƱez dejan huellas profundas, incluso cuando no se expresan de forma evidente. Los niƱos, dice, absorben lo vivido y lo incorporan en su desarrollo emocional y cognitivo. Los vómitos, las dolencias fĆsicas o los cambios de conducta no son simples sĆntomas aislados: son, muchas veces, la manera en que el cuerpo manifiesta un trauma que no encuentra palabras.
En el caso de la niƱez migrante, Shiro sostiene que, ante situaciones extremas, se aferra con mĆ”s fuerza a sus cuidadores como Ćŗnica garantĆa de seguridad. Esa bĆŗsqueda de cercanĆa y protección se convierte en un sostĆ©n vital, un ancla que les permite resistir la vulnerabilidad y la incertidumbre del camino.
El retorno forzado de cientos de migrantes no se entiende solo por decisiones individuales, sino por un entramado de polĆticas y carencias estructurales que atraviesa la región. Las defensorĆas de PanamĆ”, Costa Rica yĀ Colombia en su informe 2025, advierten que el endurecimiento de medidas en Estados Unidos, sumado a la falta de coordinación entre los paĆses de trĆ”nsito, ha empujado a miles a regresar sin garantĆas mĆnimas de seguridad ni dignidad. En ese trayecto inverso, la vulnerabilidad se convierte en terreno fĆ©rtil para redes criminales que aprovechan el vacĆo institucional.
Frente a este panorama, el informe llama a los Estados a abandonar respuestas aisladas y adoptar un enfoque regional capaz de articular esfuerzos humanitarios. Recomienda la creación de mecanismos permanentes de coordinación, con participación de organismos internacionales y sociedad civil, que atiendan de forma integral la movilidad. Solo asĆ, insisten, podrĆ” garantizarse protección real, acceso continuo a servicios esenciales y rutas seguras para quienes se ven obligados a volver sobre sus pasos.
La posibilidad de soƱar
En medio de la incertidumbre y la ansiedad en Lajas Blancas donde la atrapaba en la idea de que nunca les sacarĆan de ese albergue con un vuelo humanitario. En un de repente, un barco se puso a disposición para la repatriación, con un precio de 150 dólares por persona, y los niƱos pagaban la mitad. Fueron semanas enteras esperando un vuelo humanitario que nunca llegó; encima, pedĆan pasaporte hasta a los mĆ”s pequeƱos, y muchos no lo tenĆan. La incertidumbre era palpable. De repente, apareció el barco como opción, y como en un juego del azar, quien lograba juntar la plata se animaba a embarcarse, a pesar de los riesgos.Ā
āNo podĆa esperar mĆ”s; necesitaba irme a casa y estar con mi familia e hijos. Hice esfuerzos para pagar y asĆ salirā, detalla Adrianyela.Ā
El viaje arrancó en Miramar, hacia donde fueron trasladados desde DariĆ©n a la distante provincia de Colón, -354.7 kilómetros por carretera-. En la tarde subieron al barco y pasaron la noche en alta mar, camino a La Miel, aguas turbulentas del atlĆ”ntico en la comarca Güna Yala. El trayecto fue pesado: el barco se movĆa un montón y casi nadie pudo pegar un ojo, aunque la comida estaba incluida, narró. De ahĆ, tomaron una lancha hasta CapurganĆ”, Colombia, donde el mal tiempo los tuvo esperando dos dĆas antes de poder seguir para NecoclĆ.Ā
CapurganĆ” alivió las lĆ”grimas y la incertidumbre. DespuĆ©s de dĆas de cansancio, un baƱo de mar pareció solventar lo perdido en la extensa marcha. Fueron minutos de felicidad para Camila, un respiro en medio del miedo, donde el juego con las olas devolvió, aunque brevemente, la inocencia robada por la migración.
La pesadilla no terminó al salir de PanamĆ”. Los recuerdos se entrelazaban y desanudaban cada tanto, desde el adiós a los hijos al irse; en MĆ©xico, la soledad caló hondo: navidades sin la familia, con un plato solo en la mesa, encerrados entre cuatro paredes, y en la selva, la promesa de que āfalta una horaā sonaba a cada rato, mientras pasaban tres, cuatro, cinco horas y solo se veĆa monte.Ā
Las ganas de volver a casa y estar con la familia eran mĆ”s fuertes que el cansancio o los gastos. Ahora miraba atrĆ”s la madre de Camila, con su bebĆ© en brazos, y la esperanza parecĆa irse apagando con cada paso. Hoy, de vuelta en Venezuela, la vida se va armando de a poco.Ā
āYo dije: voy a salir a buscar trabajo, no me puedo quedar de brazos cruzados, a descansar lo que pude llamar, yo tengo que seguir luchando por mis hijos. Bueno, gracias a Dios metĆ mi currĆculo y ya un domingo en la noche me escriben para empezar a trabajar. Ya hoy dĆa tengo cinco meses de haber llegado a Venezuela y gracias a Dios pues sigo en el mismo trabajo, confirmó la Adrianyela. Llegaron un miĆ©rcoles y la vida ya tenĆa trazada su victoria. La resiliencia fue la clave para superar los problemas".
Adrianyela y su hija son parte del flujo inverso que entre febrero y abril reflejaron el regreso de 6 mil 562 personas por vĆa marĆtima: Mil 636 en febrero y 2 mil 784 en marzo, segĆŗn otro informe de Movimientos Mixtos Frontera Col-Pan.
Los datos se dividen entre los informes migratorios colombianos y los aportados por una fuente oficial de Seguridad de PanamĆ”. Este medio hizo la solicitud por Ley de Transparencia y Acceso a la Información, sin embargo, el Servicio Nacional de Migración no aportó las estadĆsticas del retorno inverso.
La fe de Adrianyela
En la ruta migratoria Adrianyela y su hija no anduvieron en solitario. En el transcurso del viaje surgió una red humana tejida por la familia, personas bondadosas, periodistas que estuvieron presentes y pequeƱas manos que brindaron apoyo. Cada acción, cada comentario y cada asistencia inesperada se convirtieron en un respaldo para no rendirse.Ā
āCuando veĆa a las personas desprendidas que me ayudaban, yo dije: Dios, gracias por ponerme esas personas tan maravillosas. CrĆ©eme que realmente, pues, yo no lo esperabaā, confesó la madre de la niƱa.Ā
Incluso, aƱadió que una reportera se convirtió en un enlace para que la historia llegara mĆ”s allĆ”, hasta Venezuela, donde se convirtió en la voz de muchos. Todo inició en MĆ©xico cuando apareció una familia de Honduras; en PanamĆ” otra persona, y a travĆ©s de ellas se crearon vĆnculos con organizaciones y medios informativos. Fue por una oenegĆ© que conoció a quienes la entrevistaron para un portal de noticias. āMe hicieron muchĆsimas entrevistas varios periodistas. Me grabaron un vĆdeo, me preguntaron infinidad de cosasā, rememoró.Ā Ā
El recorrido tambiĆ©n se caracterizó por la conexión con los seres queridos, incluso a distancia. El padre, aunque lejos, brindó apoyo en medio del viaje. Esa red, a pesar de la lejanĆa fĆsica, sostuvo lo mĆ”s importante: la esperanza de seguir adelante.Ā
Para la Fundación Fe y AlegrĆa, los puntos de atrapamiento social seguirĆ”n creciendo y desplazĆ”ndose desde MĆ©xico hacia el sur impactando a paĆses como Costa Rica y PanamĆ” con población no nacional, de igual manera, a los paĆses que recibirĆ”n a sus connacionales deportados o retornados. La Organización Internacional para las Migraciones estimó que el 37% de estas personas reporta necesidades económicas crĆticas, frente al 13% registrado en la ruta sur-norte.
La realidad del ahoraĀ
Adrianyela tiene 26 aƱos, una bebĆ© y una historia que contar. Es fuerte, lo sabe, soportó el camino. āSi, uno hace ejercicio, se quema la grasa y hace mucho⦠ PanamĆ” dejó una marca agridulce en esta madre e hija: paĆs de paso, paĆs de regreso, paĆs testigo. AllĆ los peligros eran una constante: asaltos, abusos, tiroteos, muertes. āMucha gente fue asaltada, violada, asesinada. Las cosas estaban muy difĆciles". Y la pequeƱa Camila estuvo muy cerca de todo eso.
Camila hoy duerme, como cualquier niƱa. ya no en trƔnsito, pero con un futuro menos incierto, pero al menos mƔs segura.
Al llegar a Venezuela, la emoción de la abuela de la niƱa era desbordante, lĆ”grimas. Camila no tuvo palabras, sus ojos saltones hablaban por ella sobre su gozo, y Adrianyela, concluyó āfue un buen encuentro. A la vez triste, a la vez felizā.
La doctora Edith Shiro advierte que los traumas en la niñez suelen ser invisibles al inicio, pero con el tiempo se revelan en ansiedad, depresión o miedos irracionales. Estas experiencias afectan la confianza y las relaciones futuras, por lo que requieren acompañamiento constante. Subraya que una niña de dos años necesita apoyo emocional y orientación cercana de los adultos para sobrellevarlo.
La autora del libro: El inesperado regalo del trauma, una guĆa para el crecimiento postraumĆ”tico, concluyó: āEsas experiencias tan difĆciles, duran para toda la vida, eso hay que observarlo, eso hay que sanarloā.
Sin dudas, la experiencia de migrar de esta madre e hija dejó heridas que no se olvidan, pero tambiĆ©n la seguridad de que cada dĆa cuenta. Eso sĆ, la decisión es clara: esa travesĆa no se va a repetir.
Foto de Portada es CortesĆa.
*Camila es un nombre figurado para la protección de la identidad de la menor de edad,
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