El otro Darién
- Grisel Bethancourt
- 31 ago
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Migrantes en grave situación en Miramar y Palenque. La migración inversa revela una frontera olvidada: hombres, mujeres y niños atrapados en la costa de Colón.
Por Grisel Bethancourt | Archivos Abiertos
La frontera sur de Panamá se ha convertido en una trampa de retorno. Lo que antes era un flujo desbordado de migrantes que cruzaban el Darién rumbo a Norteamérica, hoy se ha transformado en una ola de regreso forzado: más de 14.000 personas retornaron desde México y Estados Unidos entre enero y agosto de 2025, según el informe conjunto de las Defensorías de Costa Rica, Panamá y Colombia.
La drástica reducción del 97% en el paso irregular hacia el norte —producto de las restricciones en la selva del Darién y el endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos— no trajo alivio, sino un fenómeno más silencioso y desgarrador: miles de familias migrantes están atrapadas en comunidades fronterizas sin dinero, sin agua potable y sin protección institucional.
Colón: Miramar y Palenque, comunidades al límite
En los poblados costeros de Miramar y Palenque, en la provincia de Colón, la crisis alcanza niveles alarmantes. Allí, no existe presencia permanente de autoridades competentes, lo que ha dejado en manos de los moradores la organización y el cobro del transporte hacia Colombia. El traslado en lancha, que cuesta entre 270 y 280 dólares por persona, se convierte en una barrera imposible para más de la mitad de los migrantes.
Quienes no logran reunir el dinero deben permanecer semanas varados en condiciones extremas: duermen en balcones y aceras, consumen agua turbia que provoca enfermedades digestivas y reciben alimentación insuficiente de Migración, una sola vez al día y sin cobertura para todos.
La ausencia institucional no solo condena a miles de familias a la precariedad, sino que abre un vacío para el crimen organizado, la trata de personas y el tráfico ilícito de migrantes. Un migrante lo resumió con crudeza:
“Dormimos en la calle. El agua sale con barro. Necesitamos agua potable, porque a veces ni agua hay”.
Tres meses de espera en Miramar y un refugio de riesgo
En Miramar se conoció de personas varadas hasta tres meses sin ayuda ni recursos económicos para continuar el viaje. La mayoría son hombres que no han sido priorizados en los llamados “viajes humanitarios” organizados por el Estado, enfocados en mujeres y niños. Esta exclusión ha generado tensión creciente entre los que permanecen en la comunidad sin respuesta.
Durante la misión, las Defensorías visitaron un edificio abandonado conocido como “la casa rosada”, que había sido destinado como albergue comunitario. Hoy, sin condiciones mínimas de habitabilidad, seguridad ni salubridad, el lugar es usado como refugio improvisado por hombres y mujeres. El informe alerta sobre inseguridad y riesgo de explotación sexual en el inmueble y sus alrededores.
Un costo imposible y una espera sin salida
El informe revela que el 55% de los migrantes no tiene recursos para pagar la lancha hacia Colombia. Algunos relataron que han tenido que cargar maletas o realizar trabajos improvisados para que los dejen subir con descuento.
La situación golpea con especial crudeza a mujeres y niñas, quienes enfrentan violencia sexual, trata de personas y discriminación en la ruta. El riesgo se multiplica por la falta de presencia estatal y el abandono de comunidades que, siendo ya pobres, ahora cargan con el peso de una crisis humanitaria regional.

El drama humanitario en cifras y testimonios
El 49% de los entrevistados señaló no tener un lugar donde dormir;
El 28% denunció falta de baños;
El agua no es potable y provoca problemas digestivos;
Niños y niñas menores de 6 años viajan sin pagar, pero igualmente expuestos;
La alimentación oficial llega solo una vez al día y no siempre alcanza.
Llamado urgente a la región
Las Defensorías advierten que la migración inversa no es un fenómeno pasajero, sino una consecuencia directa de las políticas restrictivas de tránsito en la región. Por ello, recomiendan adoptar un enfoque regional, interinstitucional e interseccional que garantice protección, albergue digno y mecanismos permanentes de coordinación entre Costa Rica, Panamá, Colombia y los países de destino.
Sin medidas inmediatas, los poblados de Colón —Miramar y Palenque— seguirán convertidos en territorios olvidados, donde la vulnerabilidad de las familias migrantes y la pobreza local alimentan un círculo de violencia y abandono.
El retorno forzado no es solo un dato estadístico: es un espejo roto donde las promesas de asilo, refugio y mejores condiciones de vida se estrellan. Y donde los más vulnerables —niños, niñas y mujeres— pagan el precio más alto de un sistema que los expulsa dos veces.
Foto ilustrativa portada de Freepik.
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