La carne animal, un asunto político
- Grisel Bethancourt
- 14 ago 2024
- 7 Min. de lectura

Las ciencias sociales se sientan a la mesa en la nueva sociedad.
Por Sharon Pringle Félix
Periodista Independiente, especial para Archivos Abiertos.
Si los alimentos de carne animal enlatados a disposición en supermercados o restaurantes tuvieran una etiqueta de lo que contienen en lenguaje de comprensión popular o expusieran su tratamiento hasta llegar al plato a quienes la consumen, es probable que más de la mitad de quienes leen este escrito pensarían dos veces consumirlos, por múltiples motivos, entre ellos los relacionados con los que se expondrán en estos renglones o quizá más.
Para los pueblos ancestrales cuando se habla de carne, se contempla la armonía en convivencia con otros seres vivos y, aunque no se comprenda fácilmente desde Occidente, existe una amplia gama de posibilidades ajenas a las prácticas en las sociedades urbanas de estos tiempos. De tal forma, la reflexión sobre este alimento puede separarse en un antes y un después del capitalismo. Por ejemplo, la carne animal se encuentra con lo espiritual, la entrada de las colonizaciones ha sido un golpe para las culturas originarias. Por tal, es objeto crucial de investigación, desde el tema nutricional, cultural, y desde el ámbito de la salud.
Un repaso histórico refleja el paso de la humanidad frente a sus hábitos y acciones referente al consumo de carne animal. La industrialización de la violencia animal comenzó en la segunda mitad del siglo XIX en Chicago y se intensificó en las décadas de 1950 y 1960, cuando las granjas industriales se convirtieron en la forma dominante de la cría de ganado, años antes, en 1940 el vegetarianismo ya existía como estilo de vida, elevando sendas voces desde organizaciones británicas a fin de detener el consumo de animales.
No fue hasta 1970 que el movimiento por los derechos animales toma fuerza, las posiciones de organizaciones sociales y feministas de la época abogaban por un trato más humano a los animales domésticos, y un alto al especismo. El eco de las mujeres europeas resuena en las Américas cuando la feminista afroamericana Ángela Davis en la 27º Conferencia de Empoderamiento de Mujeres de Color este 2024 afirmaba: "No solía mencionar que soy vegana, pero eso ha evolucionado. Creo que es el momento adecuado para hablar de ello porque es parte de una perspectiva revolucionaria.”
La carne y las ciencias sociales
Existe una demora de la sociología en abordar los temas de la comida. De eso da cuenta el artículo “La carne y el cambio social: Perspectivas sociológicas sobre el consumo y la producción de animales”, divulgado en la versión 311 de la Revista Nueva Sociedad, publicación latinoamericana de ciencias sociales abierta a las corrientes de pensamiento progresista, proyecto de la Friedrich Ebert (FES), la pionera de las fundaciones políticas alemanas (1925), creada como legado de socialdemócrata Friedrich Ebert, primer presidente alemán elegido democráticamente.
En el mencionado artículo, sus autores Frithjof Nungesser y Martin Winter brindan elementos de análisis, referenciando a investigadores, políticos e historiadores con los que dejan evidencia de que el consumo de carne no está predeterminado “por la naturaleza”, sino inducido, regulado y restringido social y culturalmente. Por tanto, al co-relacionarse esos factores de producción y consumo de carne, desencadenan conflictos relacionados con la crianza de los animales, la degradación ambiental y el tema del acceso de carne a ciertos niveles altos de la sociedad.
Nungesser es profesor en el Instituto de Sociología de la Universidad de Graz, mientras que, Winter está especializado en sociología cultural, de género, estudios sobre ciencia, tecnología, e investigación social cualitativa.
Los autores mencionan al sociólogo francés Pierre Bourdieu y su aporte sobre la relación del consumo y los patrones que se asumen con respecto a las sociedades dependiendo de la clase. Además, proponen a estudiar la correspondencia entre carne, género y clase, comprendiendo que la producción de carne debe entenderse en el marco de relaciones humanos-animales específicas de cada cultura.
Entre valores nutricionales y mercado
Dicho escrito de Nungesser y Winter, refleja una serie de variables que minuciosamente presentadas preocupan a comensales o no de la carne animal. Es que la concepción de este alimento cambió a medida que el conocimiento nutricional viró hacia un modelo bioquímico y dejó de ser considerada un alimento difícil de digerir para pasar a ser un alimento saludable y nutritivo.
Lo anterior quiere decir que los conocimientos nutricionales fueron puestos en función del mercado. Entonces la ciencia nutricional para calmar el conflicto social dispuso calcular las raciones de alimentos y justificar así científicamente el suministro de alimentos a los trabajadores.
Sin duda, el aumento del consumo de carne animal está ligado al establecimiento de una sociedad de clases capitalista y a la asignación de trabajos manuales duros a los varones. De hecho, la cita de los autores al nutricionista Carl Voit (1831-1908) aporta una polémica en cuanto a la otrora recomendación de que especialmente los trabajadores (varones) tenían que consumir grandes cantidades de proteínas.
En lo cotidiano, que inicia desde el ámbito privado de sentarse a la mesa, invita a recordar la relación familiar y analizar quién suele acceder al trozo de carne más grande en casa, y de seguro no será porque le guste a alguien o no, sino por un mandato nutricional y de relaciones de poder. Sí, tal vez se dificulte comprender que detrás de su plato de comida hay un poder que regula sus hábitos, y en el caso de las mujeres el consumo de carne animal por su connotación de ser un riesgo para la salud del atractivo del cuerpo femenino.

Foto. Cortesía
Consumo de carne y relaciones de poder
A simple vista hay una latente en temas de género y consumo cuando los autores citan a Carol Adams, quien sostiene que el dominio patriarcal está vinculado al dominio humano sobre los animales. Describe analogías semánticas entre la violencia contra las mujeres y la violencia contra los animales, que se vuelven especialmente obvias en la publicidad sexualizada de la carne.
Podría pensarse en una variable adicional a la relación género, clase y carne, como el tema de raza como término politizado desde los pueblos originarios, que en este apartado no fue considerado, pero abriría un abanico de análisis.
Escudriñar estas cosas de la carne animal es crucial, implica un tema de ética humana donde sí importa el sector o contexto donde se ubique, ya que no implica lo mismo una población que está apenas accediendo a comer mollejas de pollo, probablemente estresado en jaulas calurosas, y otra que accede al corte más exquisito de res criado en aire acondicionado, con alfombras y un gasto energético importante.
Es que la disponibilidad y asequibilidad crecientes de la carne solo fueron posibles gracias a una profunda transformación en la cría de ganado y la producción de carne. Es tan reciente lo que conocemos como matadero, surgió apenas a principios del siglo XIX. De allí cambió la práctica de consumo que conocemos al día de hoy, que según la FAO ha disparado excesos significativamente, dando a la faena anual de ganado un aumento en el mundo 783% en los últimos 55 años. En el mismo lapso, la población mundial aumentó apenas 138%.
Transformando los conflictos en reflexiones
Los conflictos de los que hablan los autores se podrían transformar en posibilidades de convivencia y de nuevas formas de habitar desde cada cuerpo.
Entendiendo la supremacía de la clase dominante, se comprende que no es un conflicto de la carne per se, esa sería apenas una mirada, es el tema de clases, de fondo un dominio del ser humano hacia los animales como cultura.
En cada contexto, la carne se representa como un objeto diferente de estudio, el acuerdo entre los autores y otros especialistas citados, da cuenta de una hipótesis de las ciencias sociales: hay un sistema configurado donde solo quienes tienen acceso a mejores ingresos económicos pueden alimentarse mejor.
En este panorama, no está fácil establecer patrones adecuados de consumo en lo moral si tomamos en cuenta el aspecto de clases, porque accede a comer quien más y mejor tiene y quién más ostenta el poder. Esto presenta nuevas reflexiones, va más allá de enunciarse con etiquetas de comensales, que en algunos casos persuade un mercado-sistema que logra moldear e inventa eufemismos que rápidamente adquieren seguidores.
Por otro lado, hay quienes condenan a quienes comen carne, pero se extralimita en otros privilegios alimenticios. Esta contradicción moral hace tornar la relación humana lejana a la riqueza de la diversidad, en función del dominio de unas prácticas que cree perfectas contra otras, y añade conflictos racistas por el tema religioso y cultural. Tal parece que la carne desde la Biblia a nuestros días sigue siendo análisis.
El análisis de la carne animal, su consumo y todo lo que entorna este tema, convoca a ahondar en conversas y espacios desde lo político y la política, de lo contrario se pueden seguir hábitos tendientes a una acción predadora incontrolable y salir corriendo ante el primer puesto de comida rápida y devorar una presa de pollo frito crujiente, ultra grasoso después de estas reflexiones, o ir a un restaurante y mientras se enfría la comida entrar a Instagram o Facebook a postear el mejor ángulo de la deliciosa lasagna de tres carnes, para luego ver cuántos me gusta o visualizaciones logra.
¿Podrá el ser humano y humana crear nuevas formas de convivir y hacer uso de la carne y al mismo tiempo bajar los niveles de sobre consumo que imponen las actuales sociedades de clases? Es una gran pregunta en un contexto mundial donde hablar de consumo de carne animal es similar a participar de un juego de ajedrez, cada jugador intentaría mover la ficha que le hace avanzar en una disputa, con la conciencia de que está ejerciendo el mejor de los movimientos. Al final del juego, aunque tarde, siempre aparece el aprendizaje.
Foto de Portada, Omar Bonilla.
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