Heliodoro Portugal: un caso en la impunidad
Por: Grisel Bethancourt
Muerto y desaparecido en 1970. Es la historia de Heliodoro Portugal, un personaje que tuvo ideas izquierdistas. La instaurada Comisión de la Verdad en el año 2000, reveló los pasos de un crimen que permanece en la impunidad.
32 años después, la justicia decide que no hay responsables y se cierra un capítulo de una de las más de 110 víctimas de la dictadura militar panameña.
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La verdad es la gran ausente, el silencio militar sigue presente.
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Desde el 14 de mayo de 1970, a las tres de la tarde Heliodoro Portugal fue uno de los primeros detenidos-desaparecidos forzados, que los militares capturaron.
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Frente al Café Coca Cola en el histórico parque de Santa Ana, se irrumpió en un hecho que tres décadas después no tiene una respuesta.
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A esta desaparición le antecedió la de su amigo y camarada Floyd Wendel Britton, líder máximo de la izquierda, quien fue asesinado en la isla penal de Coiba en noviembre de 1969.
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Era casi una cacería de hombres y mujeres que desde 1969, instaurado el proceso revolucionario de Omar Torrijos a base de las armas, hasta la caída del general Manuel Antonio Noriega en 1989, fueron víctimas de los más graves efectos dictatoriales y delitos de lesa humanidad.
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El homicidio, secuestro y desaparición dejó 110 víctimas de movimientos de izquierda, panameñistas, opositores y civilistas.
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¿Quién asesinó a Heliodoro Portugal?
El miércoles 27 de abril de 2022, un jurado de conciencia dictó la no culpabilidad de cuatro ex militares. La frustración de Patria Portugal, hija de Heliodoro Portugal le hizo cuestionar si su padre se mató solo.
Patria, quien quedó huérfana tras la desaparición de su padre, ganó una demanda al Estado panameño ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Solo faltaba declarar culpable a los captores y torturadores de Portugal.
En medio de tierra roja, la maleza y lejos del bullicio de la capital, los muros casi en escombros del cuartel Los Pumas en Tocumen, eran mudas estructuras de un cruento asesinato. La aparición de restos óseos humanos, amordazados y con algunos signos de tortura, evidenciaban el inicio de una verdad.
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Había víctimas en fosas clandestinas que tenían las características de personajes desaparecidos en la dictadura.
Los indicios revelaban un testimonio de una fuente protegida por la iglesia católica, que aseguraban que eran los restos del padre Jesús Héctor Gallego, secuestrado, desaparecido el 9 de junio de 1970.
“No me busquen, sigan la lucha”
Es la frase acuñada del padre Gallego. Palabras que con el tiempo han dado la razón al finado sacerdote de nacionalidad colombiana.
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Desde las entrañas de Santa Fe de Veraguas, militares se llevaron a un líder social, impregnado en la fe, adquirida con las encíclicas del Concilio Vaticano.
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Gallego, en su más evidente humildad, ante votos de pobreza, despertó la ignorancia del campesinado, quien bajo una sotana, por caminos pedregosos, largos tramos y en medio del hambre y la pobreza, transformó el pensamiento de humildes hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos para no seguir la explotación causada por los terratenientes.
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Después de su secuestro y desaparición, nadie supo dónde estaba Gallego.
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Fue en el año 2000, que bajo las experticias de la fiscalía auxiliar y el servicio de medicina legal, forenses exhumaron restos humanos.
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La incógnita era mayúscula. ¿De quién eran los restos?, localizados en el olvidado cuartel Los Pumas de Tocumen. Motor Pool, fue el lugar exacto del hallazgo.
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Consumidos por el tiempo, el cadáver con ropas desgastadas, huesos frágiles, quebrados, la ciencia forense estuvo a prueba. Las sospechas y evidencias de una prueba de ADN demostraron que no era Gallego. Los vetustos huesos eran de Portugal.
El camino se hizo tortuoso para Patria Portugal, las investigaciones demostraban que había nombres que salieron a la luz pública de siete ex militares, secuestradores y responsables del cuartel en tiempo, modo y lugar en 1970. Esto no garantizaba la justicia y la verdad.
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Nombres que se repetían en muchos casos similares. Este hecho posibilitó la reapertura del caso ante la justicia ordinaria.
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El silencio de los inculpados se mantuvo como un roble, bajo un código militar.
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Tres décadas sin la verdad
Tres décadas después la justicia no encontró elementos de convicción, pruebas y méritos que aclararan la responsabilidad penal de Pablo Garrido, Lucinio Miranda, Pedro Antonio del Cid y Gabriel Correa.
En edad avanzada, bajo los efectos de los años, los cuatro ex militares se mantuvieron implacables. El jurado de conciencia en el juicio confirmó aquella inocencia.
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Otros como Melbourne Walker y Luis Del Cid, quienes fueron inculpados, se llevaron la verdad a sus tumbas.
Aquella verdad oculta, que aún Patria Portugal resiente y en donde el Estado se veía obligado a resarcir con justicia a las víctimas del atroz hecho militar.
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Las historias de Héctor Gallego y Heliodoro Portugal se volvieron a cruzar hace tres años, ante dudas del Ministerio Público. Entre la polémica, por la exhumación de los restos de Portugal, nuevamente habría que determinar si los restos realmente eran del dirigente izquierdista desaparecido y asesinado en 1970.
Un dolor profundo, ante lo que consideró Patria Portugal como su re victimización, le abrió las heridas.
Por tercera ocasión, después de los vaivenes de un accidentado proceso penal por determinar la verdad, en el 2021, el Organismo de Investigación Judicial de Costa Rica, confirmó que aquel hombre que fue atrapado en indefensión en las afueras del Café Coca Cola, es Heliodoro Portugal.
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Aquel jurado de conciencia, entre 25 a 40 años, que no establecieron que las pruebas científicas recabadas eran suficientes para determinar la culpabilidad, dejó la incógnita.
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Patria Portugal sufre el destierro de su padre. El que no ha encontrado un lugar de paz hasta la fecha, que tras la exhumación, aún no ha sido nuevamente enterrado.
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El camino del horror, de la terrible época militar, permanece viva en familias que ante el desamparo del Estado, buscan justicia y exigen no a la impunidad.
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